Cuentan que, siendo adolescente, Mathieu Valbuena, la sorpresa de la lista de Raymond Domenech para Sudáfrica, no se perdía ni un partido de Raúl y de la Roja. Sin duda sería porque su padre, Carlos Valbuena, es español, y al chico le tiraba más el color rojo que el ‘bleu’, pero el caso es que el escurridizo dorsal 28 del Marsella al final estará en el Mundial con la camiseta de Francia.
“Le Petit” como es conocido debido a su 1,63 metros de altura (aunque como reza el dicho “La buena esencia en frasco pequeño se guarda”), comenzó su carrera en el Girondins de Burdeos, de donde fue desechado a los 19 años al considerar que su estatura le privaba de una de las características más importantes en el fútbol francés, el físico. En 2003 tuvo que conformarse con el Langon-Castets del CFA 2. No obstante, en quinta división, Le Petit, era un gigante. Enseguida subió un peldaño y se incorporó al Libourne, equipo que por aquel entonces militaba en la “National” -que corresponde con el tercer escalón del fútbol profesional en Francia-. En su segunda temporada en el Libourne anotó 9 goles en 29 partidos además de repartir un gran número de asistencias a sus compañeros y fue elegido mejor futbolista de la categoría, lo que le sirivió de trampolín para recalar en el Olympique de Marsella. Siguiendo su trayectoria ascendente, Valbuena se encontró con la élite al alcance de la mano cuando el Marsella se fijó en él en 2006. Aunque las cosas no fueron nada fáciles en un principio. En calidad de suplente, en el mejor de los casos, debió conformarse con algunos minutos aquí y allí. Además se fracturó el tobillo y a menudo pagó los platos rotos de la irregularidad del equipo. Sin embargo, en lugar de darse por vencido, se subió al trampolín que se cruzó en su destino: el nombramiento de Eric Gerets como técnico.
El belga recibió su bautismo de fuego en la Liga de Campeones de la UEFA, frente al Liverpool. El girondino fue la sorpresa de la alineación en un choque en el que el conjunto francés logró imponerse por 0-1 contra todo pronóstico. Aquella fue la primera victoria que un club galo en Anfield. El autor del milagro fue un futbolista bajito, desconocido y dinámico que, tres años antes, militaba en un club de quinta división. No tardaron en saltar las primeras comparaciones con Franck Ribéry, que también destacó en el National, antes de convertirse en el favorito del público francés merced a sus éxitos con el Marsella.
Pero Valbuena ya sabía que, cuando se asciende alto y rápido, la caída puede ser brutal. Una lección que le inculcó su padre, empleado municipal en Burdeos, nacido en Valladolid (España). “Mis padres siempre me han enseñado a luchar, a no creerme nunca que todo estaba ya hecho”, rememoró el internacional francés. “Sin mis padres, probablemente sería dependiente en alguna tienda de deportes, el trabajo en prácticas que hice durante mis estudios”.
Efectivamente, hoy podemos encontrar su nombre en las tiendas de material deportivo, en concreto en la sección de camisetas de la selección francesa. Y es que, desde principios de 2010, ha seguido su ascenso imparable ayudado por su excelente fin de temporada. Cuando tomó las riendas del equipo, Didier Deschamps decidió no contar con sus servicios y lo colocó en la lista de descartes para el mercado de invierno. Con todo, el bordelés no dejó de trabajar, primero para recuperar su plaza en el equipo, y después para anotar goles decisivos que contribuyeron a que la entidad conquistara la Copa de la Liga y el campeonato francés tras 17 años de sequía absoluta.
Misión cumplida. El pequeñín se hizo grande, pero ahí no acaba la historia. Valbuena quería más, aprovechó la oportunidad que le ofreció Raymond Domenech y finalmente formó parte de los 23 elegidos para Sudáfrica 2010, a pesar de que nunca antes había sido convocado. “Me siento feliz y orgulloso, porque he recorrido un largo camino. Este año tan excepcional ha sido la guinda del pastel”, comentó el afortunado jugador horas antes de defender por primera vez los colores del combinado nacional y de celebrar la ocasión con un gol. Hoy Francia se enfrenta a México y el pequeño jugador que no se perdía un partido de Raúl estará en el Peter Mokaba de Polokwane representando a su país.
Borja López Fernández (@welcometoborja).
Redactado Por Borja López (@MiFutbol2) Mohamed Salah dejó el Chelsea para partir a préstamos hacia la Fiorentina. A cambio del fichaje de Juan Guillermo Cuadrado, el egipcio tuvo que dejar Inglaterra para partir a la Serie A. Luego de pasar el pertinente reconocimiento médico Salah se disponía a elegir dorsal, y es aquí donde comienza lo emotivo de esta historia. Mohamed Salah decidió portar el número 74. Dorsal un poco raro para un jugador de fútbol, pero este particular dorsal tiene una explicación y fue elegido para rendirle homenaje a los setenta y cuatro fallecidos en la masacre de Port Said. El 2 de febrero de 2012, los hinchas de Al Masry, defensores del régimen de Mubarak en Egipto, invadieron la cancha luego de vencer a Al Ahly, que era considerado cercano a la Primavera Árabe, y atacaron a sus hinchas. Los policías cerraron todos los accesos del estadio Port Said y comenzó la masacre entre los hinchas de ambos clubes y la policía, dejando más de mil herido y 74
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