Abra esa puerta, que el partido ya no se puede alargar más, que ya no queda libre un palco ni un rincón; ¡Qué estamos ganando la final! Abra esa puerta, que el corazón me está volviendo a palpitar, que no me acuerdo ya de la alineación, ni del himno que vamos a cantar. Y entre las negras y calientes gradas, cuando gritan campeones por 11 los corazones sus latidos multiplican.
Y mira si lo que te acabo de contar fue más bonito y más tremendo que ganar una final y más divino y celestial, ay queridísimo hermano, que loquito de envidia hasta Dios esa noche volvió a hacerse hombre, por ser bético.
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